martes, 27 de septiembre de 2011

Vive (mientras puedas)

El tiempo vuela, las cosas son efímeras, y por mucho que nos empeñemos nada dura para siempre. Compramos las cosas con una fecha de caducidad, firmamos contratos por valor de algunas semanas, meses o, si logramos tener suerte, años. Estamos de paso, y siempre hemos ansiado dejar nuestra huella, en cualquier lugar, en lugares, los medios de comunicación, hasta en las personas más cercanas... Queremos que cuando desaparezcamos de la vida de alguien se nos recuerde por lo que fuimos, por lo que nos dimos o por lo que conseguimos juntos. Y hoy me da la impresión de que en ese afán por tatuar nuestro nombre de forma permanente nos falta tiempo, vivimos a contrarreloj, añadiendo y restando tiempo según nuestras acciones, y por mucho que nos esforcemos ese reloj, irremediablemente, va a agotarse en algún momento. El problema es que no sabemos cuándo se puede agotar, así que siempre vivimos con ese miedo que nos acecha. Buscamos indicadores del tiempo en las palabras ajenas, tan desesperadamente que muchas veces nos llevan a engaños, a sufrimientos prematuros, a pasarlo mal por pensar que sus palabras están anunciando un final cuando realmente quedan meses y meses para disfrutar de ella. Es una sensación muy confusa, el transcurso del tiempo cambia, a su lado el tiempo pasa volando y tú tienes miedo de que ese beso sea el último, o esa sonrisa pronto cambie por llanto. Así que decides vivir más rápido, quemar el tiempo a su lado y juntar horas y horas de aventura en tan sólo unos segundos. Y es cuando más has vivido con ella cuando más fácil crees que puede llegar el reloj a cero. Y por mucho que intentes convencerte de que es imposible siempre hay alguien que te hace ver la realidad: la vida sigue y si tú te paras ella no va a aminorar su paso.

Vivimos en un mundo de locos, así que yo te ofrezco que te vengas al mío, donde las reglas son distintas, las cosas duran para siempre. Y allí podremos observar al resto desde mi burbuja (porque ya sabes que adoro los espacios pequeños, acogedores), y demostrarte lo poco que nos parecemos al resto; yo quiero que me ates bien fuerte, que no me sueltes nunca, mientras que ellos quieren una soga bien holgada. En mi mundo podré dedicarme plenamente a ti, convertirte en mis días, en mis mañanas y mis noches, que seas el plato más importante del día o lo último que lea antes de acostarme. Esto está a nuestro alcance. Sólo tienes que firmar un contrato de por vida, donde la única letra pequeña es: TÚ + YO =

Si piensas que todo esto que te ofrezco no puede existir, recuérdalo, los imposibles también existen.

1 comentario: